9 mar 2011

Ni uno sólo de ellos lo merece

Lysychansk apenas tiene 106.000 habitantes. Por tanto, la proporción de animales abandonados en la zona no debería suponer un problema. Sin embargo, no es eso lo que opina el gobierno local de esta pequeña localidad de Ucrania. Hasta hace poco solucionaban el tema de los perros y gatos callejeros a perdigonazos, pero últimamente han inventado un método algo más sofisticado. Cazan a los animales y los incineran en unas hurnas crematorias móviles fabricadas para la ocasión y que, por cierto, fueron encargadas a la empresa que recoge y gestiona la basura de la ciudad. Por si eso fuera poco, hay testigos que aseguran que algunos animales nisiquiera son sacrificados antes de la incineración. Dicho de otro modo, son quemados vivos.

Con lo que ha costado este sistema (unos 30.000 dólares americanos), y si le sumamos los costes de mantenimiento en lo referente a personal, transporte, etc., se hubiera podido costear la esterilización de todos los animales sin hogar de Lychysank. No obstante, el gobierno local se siente muy orgulloso de este nuevo método, que promociona como ejemplar y que define de “más moderno y ecológico que el anterior. Pero hay algo que no han tenido en cuenta: si tenemos en cuenta lo que estipula la Ley sobre Protección de Animales de Ucrania, este método es ilegal.


La barbarie que se está cometiendo en esta localidad ha saltado a la opinión pública gracias a un diario local ucraniano. Gracias a la aparición de esta noticia en la prensa, el grupo de Facebook dedicado a la capital ucraniana se ha hecho repercusión y la población civil ha empezado a tomar medidas para poner fin a esta historia. Una de las vías que se ha puesto en marcha es el envío masivo de cartas al Ministro de Medio Ambiente ucraniano, entre otros Ministerios. La intención es conseguir que el Gobierno Central del país más grande de Europa tome cartas en el asunto y obligue a las autoridades de Lysychansk a rectificar.

A veces estas cuestiones suenan lejanas, como si no pudieran suceder en pleno siglo XXI. Sin embargo, estoy convencida de que el caso de esta pequeña localidad ucraniana no es aislado y se repite en varios países de todo el planeta. Lugares en los que a menudo tampoco se respetan los derechos humanos o en los que la población vive en condiciones de pobreza casi extrema. Si las personas no tienen derecho a una vida digna… ¿Cómo lo van a tener los animales? La única forma de que las cosas cambien, para unos y para otros, es la presión y la concienciación. El comportamiento de la sociedad ucraniana en este caso, dando a conocer por todas las vías posibiles un fenómeno tan aislado, está siendo ejemplar. Es así, mediante los pequeños gestos y aprovechando los grandes recursos que hoy tenemos a disposición, como se consigue cambiar las cosas.

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